No se hizo la miel para la boca del asno


Yo creo que, si se utiliza frontalmente y a la cara, esto más que un refrán debiera ser considerado como una réplica. Lo que hoy llamamos un corte. Una fanfarronada más o menos ilustrada, acompañada de insulto, para negar con mordacidad una dádiva o un favor por supuesta falta de merecimientos. Sin embargo está definido desde muy antiguo como refrán, y aparece en todos los listados. Desde luego, dependiendo del tono y de las circunstancias en que se diga, puede ser tomado como un rechazo bastante agresivo o como una simple baladronada, no exenta de picardía y de complicidad. Aunque, a fin de cuentas, eso ocurre con todo lo que decimos, ¿no es cierto? Así, es corriente verlo utilizado en la literatura (y por lo tanto en la vida real, se supone) como respuesta femenina a los requerimientos poco delicados o excesivamente prepotentes de un hombre. Y también a la viceversa, claro.
Resulta siempre más agrio cuando se utiliza como comentario, no estando presentes una o ninguna de las partes. Ahí sí podemos considerarlo como refrán con todos sus atributos: sentencioso, sabiondo, universalizante, chulesco, agorero...
Dice Covarrubias: “Comúnmente con este nombre de asno afrentamos a los que son estólidos, rudos y de mal ingenio, a los bestiales y carnales.” Aunque también el burro tiene como atributo el ser muy paciente “pues solo él entre todos los animales carece de hiel, como afirman Plinio y Aristóteles.” Curiosa la semejanza entre ‘hiel’ y ‘miel’.
“La miel es el símbolo del alimento espiritual de los santos y los sabios.”[1] En este sentido es perfectamente opuesto al símbolo del asno. A los escolares que no daban bien la lección se les ponía antiguamente orejas de burro, y también a algunos condenados a la vergüenza pública, además del capirote y el sambenito. Como el asno a la vihuela, es otro antiquísimo refrán del mismo jaez y con idéntico personaje. Ahora el asno está en peligro de extinción, cuidado y protegido, después de haber sido tan denostado, ya ven. Ya no carga cántaros ni leña, e incluso, como lujoso animal de compañía, seguro que cata la miel.
Lo que el refrán sostiene y reafirma es que todavía hay categorías, o por condición social o por grado de educación, que en la práctica viene a ser lo mismo. Es decir, todavía hay clases. Y la dulzura de la miel pertenece a la altas estirpes, no a las bajas. Dar margaritas a los cerdos, como frase coloquial, viene a decir lo mismo. Como refrán admonitorio tenemos esta variante: El que dé rosas de comer al burro, cobrará con un rebuzno.
Lo que más destaca en este arrojadizo proverbio es el profundo desprecio que desprende.

Antirrefrán: “No se hizo la hiel para el asno”

(Grabado de Gustave Doré)


[1] “Diccionario de los símbolos”. Obra citada

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