Dios da pan a quien no tiene dientes



Es ambiguo el sentido oculto de este refrán. A lo bruto quiere decir, por una parte, que todos los tontos tienen suerte. Y de segundas, que para lo que le va a servir al pobre estúpido... Si recibe pan (y ya sabemos que el pan es el máximo galardón que puede tener un hombre en este universo inclemente y a la vez zaragatero del refrán) es sencilla y únicamente porque Dios, el muy necio, resulta que tiene el vicio de ser infinitamente misericordioso. Casi que se pasa de generosidad. Porque a quién se le ocurre darle pan a un desdentado...
Qué rabia nos da el bien ajeno. Tanta que incurrimos en el insulto. Porque este sarcástico y suponemos antiquísimo proverbio es un insulto puro y duro, y difícil es que el tal “desdentado” lo reciba en la cara sin pestañear. O está en situación de inferioridad y no le queda más remedio que tragárselo (ya que se supone que no tiene con qué masticarlo), o ahí va a haber más que palabras. Peligroso soltarlo de frente, vamos. Así que, como en tantas ocasiones hemos reseñado ya, este refrán es también de esos de tirar la piedra y esconder la mano, o sea, comúnmente vomitado desde las sombras del anonimato.
Esto cuando se emplea insidiosamente contra un tercero. Porque cuando se aplica a uno mismo destila, si cabe, más amargura:
(...) no hay nada que pueda consolarme, porque sé que he equivocado mi vida, y eso ya no tiene remedio. Pero tú, Gregorito, todo lo tienes a favor. Pareces enviado por el destino para reparar la burla que me hizo a mí, dándome pan cuando no tenía dientes.
Luis Landero. “Juegos de la edad tardía”, 1989

Aún más, parece que para algunos, como muestra esta cita dramática, Dios lo hace para mofarse desde su diván de sádico espectador:
ABELARDO: Dios da pan a quien no tiene dientes.
DANIEL: Me parece haberlo escuchado alguna vez.
ABELARDO: ¿Pan?... Ni pan... Mendrugos, ésa es la palabra.
Eduardo Rovner. “Último premio”, 1981

Y no acaban ahí los desaciertos del Creador. Aquí se ve que tiene verdadera mala leche, si hacemos caso del refrán:
Dios da pan al que no tiene dientes, pero antes, mucho antes, le dio hambruna al que los tenía. Linda trampa la de Dios.
Mario Benedetti. “Primavera con una esquina rota”, 1982

La cita de Benedetti continúa, sin solución de continuidad, cargando contra lo divino de lo infrahumano que exudan los benditos refranes. Y es que son tantas cosas las que se le adjudican gratuitamente a ese tal Dios...
Después de todo, los refranes populares son algo así como un curriculum divino. Se armó la de Dios es Cristo: virulencia y furia. Dios los cría y ellos se juntan: conspiración y acoso. Dar a Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del Cesar: repartija y prorrateo. Como Dios manda: prepotencia e imperio. Dios pasó de largo: indiferencia y menosprecio. A Dios rogando y con el mazo dando: parapoliciales, paramilitares, escuadrones de la muerte, etc. Cuando Dios quiera: poder omnímodo. Dios nos libre y nos guarde: neocolonialismo. Dios castiga sin palo ni piedra: tortura subliminal. Vaya con Dios: malas compañías.

En efecto, tal y como atornillamos también nosotros ahora, Dios, para el magín populachero, hace demasiadas cosas extravagantes:
Dios da barbas al que no tiene quijada.
Dios da nueces a quien no sabe cascarlas.
Dios da pañuelo a quien no tiene mocos.
Dios da bragas a quien no tiene culo.
Dios da legañas al que no tiene pestañas.
Dios da la harina y el Diablo la maquila.
Dios a unos da ovejas y a otros orejas.
Y para finalizar la serie, y a modo de amén:
A quien Dios se lo dé, San Pedro se lo bendiga.

Visiones muy diferentes a ésta otra, mucho más esperanzadora, de un siempre interesante y seductor “magician”:
Si Dios nos dio la sed, nos dará el agua. Si nos puso dientes, nos dará el pan.
Alejandro Jodorowsky. “Donde mejor canta un pájaro”, 1992

Antirrefrán: “Dios da pan a quien no tiene dientes tan largos como yo”


No hay comentarios:

Publicar un comentario