Lo
de los tamaños siempre trae consigo enredos y disputas. A saber por qué. Con
este refrán, sin embargo, se acabaron los líos: lo mejor es lo grande, y santas
pascuas. Incluso aunque no funcione. Porque a veces da la sensación de que el
refranero está hecho para fabricar cabezotas recalcitrantes: genera y refuerza
la idea de que poseer principios es una de las virtudes básicas del ser
humano, aunque sean absurdos, por supuesto. Lo importante es que son los míos.
De ahí el dicho de “viva nuestra tierra, con razón o sin ella”, que yo lo he
oído en gallego pero que se dirá por todas partes. O lo de “sostenella y no
enmendalla”. Con respecto a la idea que me tengo hecha yo de las cosas, la
razón es algo secundario, desde luego: una especie de matraca ininteligible que
solo pretende embrollarme y que, por supuesto, no me va a hacer cambiar de
opinión. Como aquel personaje de “La regenta”, aquel enorme gaznápiro llamado
Pepe Ronzal que cuando, en el casino, alguien discutía con él y ya no sabía qué
alegar, para no dar su brazo a torcer amenazaba a su interlocutor mostrándole
los dientes y afirmando que hacía de ello una ‘cuestión personal’. Y ahí se
terminaba la discusión. Lo de los principios, vamos. Y pensar que ayer se
cumplió el nosecuantos aniversario de la muerte de Groucho Marx, que decía algo
parecido a: “¡Oiga, señora, que yo tengo mis principios! ...Aunque si no le
gustan, tengo otros.”
Lo de “caballo (o burro) grande, ande o no
ande” suena así de mostrenco. Y eso teniendo en cuenta que, literaria y
literalmente, y con toda suerte de admoniciones estéticas, ya hemos sido
advertidos hace mucho de que la cosa no está tan clara:
Y si el hombre de pequeño cuerpo cabalgare en caballo pequeño, y
el mediano en caballo mediano, y el grande en caballo grande, más proporcionado será; de lo cual
nacerá más gracia y hermosura que si fuese el hombre chico en caballo grande,
y el hombre grande en caballo chico; pues donde no hay correspondencia y
proporción, no puede haber armonía ni consonancia.
Juan Arias Dávila
Puertocarrer. “Discurso para estar a la gineta con gracia y hermosura”, 1590
Sin
embargo, hay campos donde la armonía y la proporción no tienen cabida. Por
ejemplo a la hora de matar. Otro mucho más reciente tratado cinegético afirma:
Antiguamente
se decía que pólvora poca y perdigones hasta la boca. Yo apoyo este instructivo
dicho, con el refrán de burra grande, ande o no ande, es decir: calibre
grande y buena munición.
Carlos Gracia Monterde.
“Tras la caza menor”, 1996
Y
pensar que actualmente, en las guerras, conviene más el calibre pequeño porque
los heridos hacen más gasto al enemigo que los muertos... Lo cual constituye un
acertado y aleccionador ejemplo de cómo el susodicho refrán no siempre
funciona.
Por
último, otra cita para este surtido de curiosidades (o miscelánea, que me gusta
más) relacionadas con lo pequeño y lo grande y, en este caso, con la ortografía
razonada:
Después
preguntó al padre:
—Vaya
otro ochavo a que no me dice usted cómo se escribe burro: ¿con b pequeña o con
B grande?
—Hijo
—respondió el buen religioso—, yo siempre le he visto escrito con b pequeña.
—¡No, señor! ¡No, señor! —le replicó el muchacho—. Si el burro es
pequeñito y anda todavía a la escuela, se escribe con b pequeña; pero si es un burro grande, como el Burro
de mi padre, se escribe con B grande; porque dice señor maestro que las cosas
se han de escribir como ellas son y que, por eso, una Pierna de vaca se ha de
escribir con una P mayor que una pierna de carnero.
José Francisco de Isla.
“Historia del famoso predicador Fray Gerundio de Campazas alias Zotes”, 1758
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