A
lo que se ve en la tele y por todas partes, no parece que las empresas de hoy
en día hagan mucho caso de este afamado y sabio consejo. Deben de considerarlo
como una fórmula de marketing (‘mercadotecnia’ recomienda el DRAE) más que
vetusta. Ahora es al revés: los comerciantes no solamente sacan el paño del arca,
para que esté expuesto a la vista de todos, sino que te lo meten directamente
por las narices. Cómo cambia el mundo...
Incluso
para las mujeres, a las que sin la menor duda va dirigido este celoso refrán,
las cosas han ido cambiando, gracias al cielo. O mejor dicho, gracias a ellas
mismas, que han dicho hasta aquí hemos llegado. Un ejemplo ilustre y ya
veterano (pongamos de los años 30):
El
buen paño en el arca se vende —decían nuestras abuelas, y nosotras, las nietas, ya no lo
decimos, ni lo hacemos, ni lo toleramos. A mí no habría habido quien me tuviese
bajo un cerrojo, ni abuelas ni padres.
Rosa Chacel. “Barrio de Maravillas”,
1976
Naturalmente,
de puertas para adentro todavía está en uso el refrán. Y a sangre y fuego. Si
lo sabrán algunas que no se atreven ni a decir ésta boca (hinchada, magullada)
es mía. Y es que ha tenido tanta fuerza la filosofía que sustentaba el maldito
refrán, y ha imperado durante tantos siglos, que el cambio se hace lento,
tedioso y doloroso, tan doloroso como las noticias de sucesos de cada día se
publican bajo el melifluo epígrafe de “maltrato familiar”. De padres a hijas,
de maridos que no dejan promocionarse a sus esposas... Y aún más en vigor se
halla en otras culturas y otras latitudes, hasta el punto de que hay bien cerradas
‘arcas’ vivientes caminando por las calles de países como Afganistán. En otros
lugares, ácido sulfúrico para la que se exponga (en el doble sentido de la
expresión). Yo mismo he asistido a una boda en el Rajastán donde el novio no
conocía el rostro de la novia, cubierto incluso en la ceremonia. El arca sólo
se podrá abrir en la noche de bodas.
No
está de más añadir que el prestigio y la fuerza del refrán se asientan en la
palabra ‘arca’ (de la que descienden los términos ‘arcano’ y ‘arquetipo’), con
profundas connotaciones simbólicas: “símbolo de la presencia de Dios en el
pueblo de su elección; (...) nueva arca de salvación, no ya contra el diluvio,
sino contra el pecado: es la Iglesia”[1]. “El arca conserva el
conocimiento. Simboliza el conocimiento sagrado.”[2] Desde luego, no sería lo
mismo decir, con un lenguaje más actualizado: “El buen paño en el almacén se
vende.” No posee tanta autoridad. Y no se lo cree nadie.
Y,
en fin, si sin publicidad no se “vende” (qué espanto, tener que ser objeto
de una transacción), es que el paño no es bueno. Y ya está.
(...)
peinarse, arreglarse con esmero es trabajo largo e inútil para quienes tienen
bien adentrada la idea de que lo bueno en el arca se vende. Feliciana
está convencida de que todo quedó indeleblemente escrito y determinado por
Nuestro Señor, que por algo lo es. (...) No vale rebelarse.
Max Aub. “La calle de Valverde”,
1961
Hasta
entre personajes tan antiguos y tan poco sospechosos de plegarse a las
moderneces como los que se comunican epistolarmente en esta cita, hay quienes
abominan de él:
No hay
refrán más falso que el que dice: el buen paño en el arca se vende. El
buen paño, si se queda en el arca, en el arca se queda; y se vende el malo,
anunciado y celebrado.
Juan Valera. “Carta a Menéndez y
Pelayo”, 1887
Hay
que decir que el señor Valera se quejaba por la mala difusión de sus libros. O
sea, que hablaba de mercadotecnia.
Antirrefrán: “El
buen paño en el arca se pudre”
[1]
“Diccionario de los Símbolos”. Obra citada.
[2] Ídem.
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