Casa con dos puertas mala es de guardar



Hay dos obras literarias que se pueden asociar a este refrán. La más conocida es una comedia de Calderón de la Barca, de 1632, que se llama exactamente así. La otra es un libro de ensayos de 1970 sobre literatura, cine y pintura, del mexicano Carlos Fuentes, llamada sólo “Casa con dos puertas”. Recojo un fragmento de una reseña sobre esta obra: “El artista es una "casa con dos puertas", vida y muerte, frustración y sueños, realidad y máscaras. Un eterno insatisfecho (...)” Creo que Calderón refuerza el mensaje del proverbio con su ligera comedia de enredos y que el libro de Carlos Fuentes nada tiene que ver con el refrán. Metafóricamente, hay muchas casas con dos y más puertas que no necesariamente nos hacen plantearnos si están mal guardadas o no. El ser humano, por ejemplo. Parece que se nos olvida que los accesos existen fundamentalmente para permitirnos entrar y salir, para dejar el paso franco a estímulos nuevos, y no solo para poder resguardarnos tras ellos.
El miedo es libre, se dice. Y yo lo creo, pero no lo alabo, desde luego. La idea de casa como fortaleza cerrada, baluarte contra las agresiones externas, remanso de paz, cueva de los tesoros..., nunca me ha seducido. Nuestra casa es el mundo, o debería serlo. Sé que cada vez hay más verjas, cámaras de vigilancia, perros asesinos y puertas blindadas, pero no me resulta emocionante tal panorama. Es una concepción paranoica de la vida la que refleja y anima este refrán: el enemigo está siempre al acecho, y cuantos menos resquicios haya en tu coraza protectora, tanto mejor. Y eso que sabemos que, en el fondo, la excesiva autoprotección y el aislamiento provoca la mirada sospechosa, atrae la curiosidad, llama al delito.
¿Qué es lo que hubiera querido, por ejemplo, Ganivet (y tantos otros ultrapesimistas acerca de la naturaleza de lo español)? ¿Que España hubiera sido una isla en medio del océano?

Somos una isla colocada en la conjunción de dos continentes, y si para la vida ideal no existen istmos, para la vida histórica existen dos: los Pirineos y el Estrecho; somos una casa con dos puertas, y, por lo tanto, mala de guardar (...)
Ángel Ganivet. “Idearium español”, 1897

¿Qué misterio es ése que hay que guardar con tanto recato, aquello en lo que tan compulsivamente como inútilmente se esforzó el dictador Franco? ¿Las esencias patrias? ¿La unidad de destino en lo Universal? ¿La pureza y la virtud nacional frente a la corrupción extranjera? El que ve el aire cargado de peligros no encuentra ningún candado que le proteja.
Así, es muy ilustrativo este refrán complementario: Casa con una sola puerta, el amo alerta. Imaginamos al amo con un trabuco vigilando día y noche tras la mirilla. Cosa difícil de hacer bien (y sobre todo cansada) si la casa tiene otra puerta en la parte trasera. Bueno, en realidad, imposible: Casa con dos puertas, quando más cerradas, tenlas por abiertas.
Naturalmente, el refrán hace referencia sobre todo a la obsesión por mantener limpio el honor del señor de la casa, más que la entrada de los ladrones. O sea, preservar la castidad de las hijas o la fidelidad de la esposa. Guardar, conservar, atesorar, acaparar, retener, impedir que fluya la vida...

Antirrefrán: “Casa con dos puertas buena es de ventilar”


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