Donde hay confianza da asco



Evidentemente, es mejor que no haya confianza entre las personas. Infinitamente mejor. Nuestro corazoncito agradece la desconfianza mutua en las relaciones de pareja y nuestra vida emocional y afectiva se enriquece hasta límites insospechados si sabemos guardar las distancias con los amigos.
Bueno, dejemos la ironía aparte. Sucede, y de todos es sabido, que en la vida cotidiana surgen multitud de situaciones conflictivas entre las personas que se aprecian y se quieren. Porque la intimidad en la relación hace que conozcamos sus puntos débiles y eso nos otorga poder sobre ellas, y viceversa. Porque los seres humanos —unos más que otros— nos aprovechamos de las dependencias emocionales que se establecen en la convivencia para descargar con impunidad nuestras frustraciones, exhibir impúdicamente nuestras mal cerradas heridas, y utilizar de modo egoísta a los seres que amamos.
Tal vez por eso Jean Paul Sartre escribió en “Huis clos” (1944) aquello de “L’enfer, c’est les autres” (“El infierno es los otros”), una dura reflexión que, sobre todo en nuestro vecino país, se ha utilizado a menudo como refrán. (Aunque también hay que reseñar que veinte años más tarde, en “Les mots”, dijera: “Como todos los soñadores, yo confundí el desencanto con la verdad.”)
El caso es que esta dificultad en la relaciones íntimas es un hecho, aunque ciertamente variable: depende del grado de evolución (emocional, intelectual, afectiva...) de las personas. Forma parte de la humana tarea cotidiana que tenemos todos (aquí en la Tierra) de aprender a convivir de un modo cada vez más digno: respetando a los demás y haciéndonos respetar por los demás. Aunque dé un poco de asco a veces...
Supongo que este refrán, aunque sea muy conocido, es bastante reciente. Aparte de que no he encontrado apenas referencias literarias, sólo he hallado otro refrán que contenga la misma palabra, pero utilizada en otra acepción: La confianza mata al hombre. Se refiere más bien a la seguridad en sí mismo y parece un aviso de peligro, pero, como veremos después, igualmente mal formulado.
La confianza en los demás es y ha sido siempre un valor importante, aunque no el chantaje, el comadreo o la desfachatez de aquél que intenta aprovecharse de la amistad, cosas relativas en todo caso al exceso de confianza. Para ser tan breve el refrán podía al menos tener la virtud de ser preciso y llamar a las cosas por su verdadero nombre. Pero así es como están (de mal) hechos muchos refranes, y aunque se me acuse de mala fe, el hecho es que no puedo evitar sospechar que el error es premeditado. Ya sé que se entiende que se sobreentiende que... No, no es ésta una  puntualización de maniático de la corrección del lenguaje, porque en este caso esa “manga ancha” en el uso de las palabras da lugar a graves confusiones. ¿No es cierto que lo que afirma el refrán es que si no quieres que se te revuelvan las tripas lo más inteligente es, o bien vivir aislado, o bien mantener a raya a los demás y no dar ni un sólo ápice de confianza a nadie? Naturalmente, el que lo dice es un individuo puro que se salva de tales debilidades. Y es que así de frío y de desabrido es el talante de una gran parte del refranero.

Antirrefrán: “El exceso de confianza da asco”


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