En el país de los ciegos el tuerto es rey




Una auténtica novela de aventuras es este refrán. Eso sí, muy condensada. También podría ser el eslogan publicitario de una película. ¡Pero vaya película! Se desarrolla en el País de los Ciegos... ¿Y dónde estará ese extraño reino perdido? ¿En el Amazonas? ¿En las llanuras del África profunda? ¿En los inextricables suburbios de una mega-ciudad? Podemos imaginar a los habitantes de ese fantástico reino: todos desamparados, dando tumbos y chocándose contra los árboles. Hasta que un pobre tuerto, huyendo de una sociedad que le ha marginado por su condición de minusválido, acierta a pasar por allí y comienza a organizar aquel caos con un solo ojo. Y acaba siendo aclamado rey. Él, que no era nadie, vestido de púrpura y sentado en un trono.
Disculpen que me haya dejado llevar por la fantasía, pero tampoco me he ido tanto de varas. Al final, es el propio refrán el que nos hace a todos disparar la imaginación. ¿Pero qué es lo que viene a decir esta historieta? Pobrecillos todos ellos, y sobre todo, pobrecillo el tuerto, que se cree alguien. Yo, desde mi magnífica visión binocular, veo maravillosamente la película y me compadezco con prepotencia de todos ellos. ¿No hay una incontenible y disimulada envidia rezumando por cada uno de los poros del refrán?
Tiene guasa aquí lo de tuerto. Tuerto es “todo lo que no está derecho”, según Covarrubias[1], adjetivo muy usado en la antigüedad. “A tuerto o a derecho” es un dicho viejo. Y entonces la diversión del refrán es que un rey que es un ser torcido (tuerto), hace las leyes, o sea, hace el Derecho, o sea, como Rey que es define la Realidad. ¿Pero es que acaso no es eso lo que sucede en el mundo, hoy y ayer? ¿Y acaso, en ese sentido, no siempre somos todos ciegos ante el tuerto poder?
Suena entonces bien esta sentencia que leo por Internet en un artículo político de un periódico de El Salvador: “En tierra de ciegos el tuerto es rey, es un refrán para consolar a ineptos.” Lo cierto es que, políticamente hablando, desde hace milenios, como ciudadanos somos unos ineptos.
Y añado estos refranes concomitantes:
Cuando los ciegos guían, ¡ay de los que van detrás!.
En la tierra de los ciegos, se disputaban la corona un bizco y un tuerto.
Cuando pases por la tierra de los tuertos, cierra un ojo.

Antirrefrán: “En el país de los tuertos el rey suele ser ciego”




[1] Sebastián de Covarrubias. “Tesoro de la lengua castellana o española”, 1611

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