Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar



Evidentemente este es el refrán de la impotencia. Y, por extensión, de la cobardía. De la villana aceptación del sometimiento.
Observamos por el enorme número de modismos acerca de la barba que el Diccionario de la RAE recoge, que esta parte de la cara posee una importancia especial. Y hay que dejar constancia de que ‘las barbas’, en puridad, no designa exclusivamente las mejillas masculinas. (AUT: “Se toma también por toda aquella parte inferior que cae debaxo del labio y boca.”) Aparte de que desde antiguo su uso así lo confirma, recordemos que todos, hombres y mujeres, en la parte inferior de la barba tenemos la ‘barbilla’. Por supuesto que en todo ello hay infinitos matices machistas.
‘Eso Juan no me lo dice a mí en las barbas’, afirma el o la indignada, como queriendo decir “Juan no se atreverá a decirlo en mi presencia”. “Tocamos a 15 euros por barba”, declaramos al ir a pagar una cena a escote. Y cuando algo está en su plenitud de cualidades lo calificamos como “con toda la barba”. Hay más frases hechas: ‘barba a barba’ (cara a cara), ‘barba cumplida’ (hombre valiente), ‘barba honrada’ (respetable), ‘llevar a alguien de la barba’ (gobernarlo, doctrinarlo), ‘mentir por la barba’ (con descaro), ‘por mis barbas’ (fórmula de juramento)... Hay una, especialmente, que hace referencia directa a los términos exactos del refrán: ‘pelarse las barbas’: manifestar con ademanes gran ira y enojo.
Refranes que hagan referencia a las barbas, hemos encontrado decenas. Elegimos éstos:
A barba muerta, obligación cubierta.
A las barbas con dinero honra hacen los caballeros.
Barba pone mesa, que no brazo ni pierna.
Barba remojada, medio afeitada.
Barbas mayores quitan menores.
Dios da barbas al que no tiene quijada.
Hazme la barba, hacerte he el copete.
En la almoneda, ten la barba queda
A poca barba, poca vergüença
Callen barbas y hablen cartas (documentos)
Quixadas sin barbas no merecen ser honradas.

De todo lo cual podemos deducir que las barbas representan a la propia identidad, y por extensión, la vergüenza, la dignidad. La honra.
¿Y qué es lo que recomienda, pues, este dichoso refrán? Que te olvides de tu dignidad y que renuncies a cualquier tipo de resistencia, siquiera sea mental, frente a la vejación y la humillación. Que te rindas y te entregues incluso mucho antes de que te lo pidan. O lo que es más, para facilitar las cosas, para intentar congraciarte vilmente con el que te oprime, te vitupera, te esclaviza o te sojuzga, que te adelantes a sus deseos y lleves a cabo por tu propia cuenta los preparativos previos al acto de sometimiento. Con lo cual, además de adularle demostrarás ser mucho más inteligente, porque, atendiendo a tus más bajos intereses, si te remojas las barbas previamente, el afeitado te dolerá menos que a los demás.
¿No es auténticamente vergonzoso un consejo como éste? Y, por añadidura, inútil, como advierte Gracián:
Cuando la barba de tu vezino veas pelar, echa la tuya en remojo: ¿de qué servirá, sino de que se la pelen más fácilmente y aun se la repelen?
Baltasar Gracián. “El Criticón”, 1657

Antirrefrán: “Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, prepárate a pelear”


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