A todo cerdo le llega su San Martín



Estamos ante el refrán que glorifica la venganza. Porque esta sabia formulación, tan inocentemente veraz (según la tradición, la matanza del cerdo se celebra el 11 de noviembre, día de San Martín, siempre que la luna esté en cuarto menguante), existe primordialmente en función de una segunda lectura muy útil para dar rienda suelta a los deseos de venganza del que la pronuncia. Venganza con efecto retroactivo, en tanto regocijo ante el dolor del otro como deseo cumplido o, en el envés de la misma moneda, amenaza y anatema como imprecación hacia el futuro, deseo de inexorable castigo justiciero.
 Porque es evidente que, excepto en los raros casos en que el cerdo sea un “pet” (en anglosajón, animal de compañía al que se quiere más que a la propia madre o al propio hijo) —que también existe esa moda en países ultradesarrollados—, un día de San Martín todo cerdo se encontrará cara a cara con el matarife o matachín. Y que llevará todas las de perder en ese encuentro.
Lo curioso es que en todo caso se trata de una venganza que se ha cumplido o querrá uno que se cumpla, pero no por propia mano. O bien por cobardía o bien por impotencia, el caso es que dejamos (anhelamos, más bien) que sea el destino el que la lleve a cabo. La frase es, por lo tanto, en sentido estricto, una maldición disfrazada de refrán. Ni más ni menos.
Y el caso es que el tal San Martín, que tanto miedo da, fue sólo un soldado de Tours que dio la mitad de su capa a un pordiosero, lo que provocó que sus superiores le castigaran a permanecer desnudo varios días atado a un árbol. (¡Eso se llama disciplina!) El milagro fue que, para que no muriese de frío, el cielo le trajo unos días de veranillo, que se han quedado ya para siempre entre nosotros y que se han hecho famosos con su nombre. Son gratos días de bonanza a primeros de noviembre estupendamente aprovechables precisamente para llevar a cabo la matanza.
Luego, además de ser ese insulto común que todos conocemos, no debemos olvidar que la palabra ‘cerdo’ aplicada a personas, y especialmente bajo la denominación de ‘marrano’, alude de manera clara a los judíos conversos al catolicismo de la península ibérica que seguían rehusando comer cerdo como última muestra de su secreta fidelidad al Judaísmo, y que por ello eran espiados fanáticamente, denunciados ante la Inquisición y perseguidos. Aún más genéricamente:
Podemos considerar al cerdo como una advertencia contra el engaño de conversiones repentinas y falsa fachada de cortesía.
Ismar Schorsch, http://www.uscj.org/world/valencia/..., 1995

El refrán es pues, directamente, una vieja amenaza de muerte de talante integrista e inquisitorial.
Hemos encontrado estos otros proverbios relacionados:
Por San Martín deja el cerdo de gruñir.
Por  San Martín mata tu “gorrín” y destapa tu vinín
(claramente asturiano).
El destino del cerdo: engordar para morir
(muy utilizado en el juego de mus)
Misa y marrano una vez al año.
Abre el puerco y verás tu cuerpo.

Antirrefrán: “A todo cerdo le llega su San Antón”

(17 de Enero, protector y patrón de los animales)

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